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EL ESPACIO ESCULTÓRICO DE LA UNAM - MÉXICO | Intervención en el paisaje




El Land Art es una corriente artística contemporánea que surgió como alternativa al arte de galería, la cual busca crear estructuras que se mezclen con el paisaje del lugar y así generar una simbiosis entre ambos, usando los paisajes y los elementos de la naturaleza como escenario y medio para realizar obras de arte. Al estar expuestas al exterior su existencia podía ser efímera, pero a la vez permanecer e incluso mezclarse con el entorno.


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El Espacio Escultórico de la Ciudad Universitaria de la UNAM que fue Inaugurado en 1979, surgió como idea del escultor Federico Silva en 1977, quien buscaba plasmar las artes plásticas y el movimiento escultórico geométrico en un entorno natural. La obra fue realizada en conjunto por Helen Escobedo, Manuel Felguérez, Roberto Acuña, Mathías Goeritz, Hersúa, Sebastián y Federico Silva.


El complejo resultante es una obra descomunal que hace parte de la zona de amortiguación de la reserva ecológica del Pedregal de San Ángel, la cual forma parte del Centro Cultural Universitario. La UNAM tiene bajo su protección las 237 h de la reserva, que se desarrolló sobre la lava del volcán Xitle, tras su erupción hace aproximadamente 1.600 años. Es el ecosistema más diverso que hay en el Valle de México, pero que fuera del territorio universitario desaparece cada vez más rápido.



Inspirado en la belleza y perfección circular, se despliega una plataforma en piedra volcánica de 120 metros de diámetro (exterior) y 13.61 metros de ancho, sobre la cual se elevan 64 estructuras piramidales de 4 metros de altura, resguardando en su centro un mar de lava petrificado.


Tras la descomunal circunferencia se esconden las intenciones de generar la sensación de estar en un espacio en el que el principio y el fin son uno mismo; idea sustentada en la cosmogonía de las culturas prehispánicas y del cosmos, rodeado de la belleza natural del lugar. Su forma circular evoca a la pirámide de Cuicuilco (primera en Mesoamérica), integrando así la arquitectura prehispánica con el arte moderno y contemporáneo.



Junto a la gran circunferencia que es la obra principal del Espacio Escultórico, se encuentran dispersas en medio de la vegetacón, una serie de esculturas como Las serpientes del Pedregal y Ocho conejo, de Federico Silva; Coatl, de Helen Escobedo; Ave dos, de Hersúa; Colotl, de Sebastián; Corona del Pedregal, de Mathias Goeritz y Variante de la llave de Kepler, de Manuel Felguérez.


El Espacio Escultórico no solo representa un movimiento iniciado en los años 60, sino que también es una de las obras más importantes de Land Art a nivel mundial. Un ícono de la UNAM y de la capital mexicana, siendo la escultura monumental más grande de la ciudad, junto con las Torres de Satélite. Un lugar mágico capaz de seducir a cualquiera tanto por su belleza y perfección, como por el hecho de que se encuentra lejos del caos de la ciudad, capaz de generar la sensación de estar en el centro del universo.



Desde este lugar se pueden apreciar inclusos los volcanes, convirtiéndose en uno de pocos relictos del paisaje natural que todavía se pueden disfrutar en la Ciudad de México. En días despejados, es posible contemplar, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, recordándonos que el diálogo con la naturaleza aún es posible. Desde esta perspectiva el Espacio Escultórico de la UNAM, no solo es una obra fundamental del siglo 20 en México y en el mundo, sino un lugar único para sostener ese diálogo, desde el arte contemporáneo, con el entorno natural.



A pesar de su gran valor y encontrarse localizado en la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel de la UNAM (REPSA) y hacer parte de la zona de protección o amortiguamiento que estableció la UNESCO cuando declaró al Campus Central de Ciudad Universitaria en 2007, como Patrimonio Mundial; el Espacio Escultórico fue recientemente alterado en el campo visual de la parte oriental, por la construcción del edificio H de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Aunque no está dentro del macizo de lava que conforma el Espacio Escultórico, sí logra invadir la percepción visual que rodea la descomunal obra de arte paisajística, por más de que se encuentre a una distancia aproximada de 300 metros.


Si bien es importante brindarle a los alumnos un espacio apto para desarrollar sus actividades académicas, también se hubieran podido implementar otras alternativas, ya que la universidad cuenta con más terrenos que hacen parte del campus y soluciones arquitectónicas, que no alteraran drásticamente el paisaje, siendo que el Espacio Escultórico uno de los puntos más atractivos de este lugar.


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El debate está abierto y aunque algunos plantean como solución demoler un par niveles del edificio H, al parecer la construcción continuara haciendo parte de este lugar. No podemos hablar de una escultura sin un lugar en el que ésta se activa. Su relación es intrínseca debido a que ambas coexisten, el paisaje es parte de la escultura y la escultura es parte del paisaje.



Texto: Hernan Urnadenta


(Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad del autor)



Fuente:


Bibliografíca

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